Una de las frases que más recuerdo de mis años de estudios religiosos es aquella que hablaba sobre cómo serían los cristianos del siglo veintiuno. Sabios hombres de Dios vieron con claridad el futuro al decir que los cristianos de nuestra centuria serían místicos o no serían cristianos.
Este, sin duda, es uno de los motivos que me ha guiado a ser un miembro de la Iglesia Ortodoxa. La intensa vivencia del misterio de Dios es uno de los sellos distintivos de la Iglesia Ortodoxa, cuyos orígenes no están en las antípodas de ninguna otra doctrina cristina, sino que tiene como única raíz y fundamento el mandato misionero del Señor a los apóstoles.
Precisamente el dar la espalda al misterio de Dios, puede ser identificado como uno de los desencadenantes del excesivo racionalismo de nuestra cultura occidental. Cuando los nobles y maestros optaron por definir la existencia de nuestra humanidad según el arte de pensar, los fundamentos de los posteriores extremismos (los conocidos) de nuestra historia moderna quedaron establecidos.
Por solo mencionar uno de ellos, cuyas nefastas consequencias aún no han terminado pues hasta hace muy poco fue el mayor azote de la humanidad, el comercio de esclavos solo tiene algún sentido desde esta perspectiva racionalista, así como el conocido debate de conquistadores esclavistas (o viseversa) que buscaba afirmar o negar la tenencia de alma (humanidad) de los habitantes nativos de las tierras que luego serían el actual continente americano.
Cuando encontramos a algunos de nuestros semejantes hechizados hasta el infinito por el progreso (el capital, la tecnología, y cuanto avance digital aparece por ahí), y, siguiendo esta lógica termina por amar más su por su propia capacidad analítica que su existencia cósmica, nos damos cuenta de lo fácil que puede ser el reducir al máximo posible la espiritualidad, este necesario ejercicio de nuestra interioridad que nos es tan propio como el razonar e inventar.
Y es que estamos viviendo justo ahora uno de esos tiempos decisivos en la continuidad del interminable proceso de autocomprensión humana, pues como raza homo-sapiente estamos tratando de reencontrar, y no pocas veces descubrir, las fuentes de la mística cristiana, de la espiritualidad que nos diviniza, en fin, de la salud espiritual.
Este necesario reencuentro solo es posible si rescatamos la imagen de Dios en nosotros. Si somos capaces de darnos la vuelta y observar con todo nuestro ser y de frente al sello espiritual que Dios ha puesto en nuestro interior como su más grande e íntimo regalo al crearnos. Entonces, solo entonces, podremos ser parte del grupo de los auténticos cristianos de nuestro tiempo y desarrollar una verdadera espiritualidad saludable.
Nuestro recorrido por los salones que atesoran los misterios de nuestro interior comienza con una visita al aposento donde encontraremos el origen de cuanto podemos llamar bello y verdadero en este mundo. La narración o las narraciones de la creación de nuestro planeta y de nuestra raza humana las encontramos en la Santa Biblia, en su primer libro, Génesis, en sus primeros tres capítulos.
Mucho se ha escrito sobre estos pasajes y desde múltiples puntos de vista y credos. Pero nosotros, al abrir la puerta de esta estancia, específicamente el versículo 26 del primer capítulo del citado libro, estaremos poniendo el foco de nuestra atención en la decisión divina de hacernos a su imagen y semejanza.
Siendo sinceros, hemos de admitir sin reservas que, leído una y otra vez el texto sagrado, siempre nos tira más la espectacular magnificencia del mundo natural emergiendo de las voz y manos divinas, y en igual medida el morbo de Adán y Eva mordiendo el fruto (¿manzana?) del árbol prohibido, que esto otro de adentrarnos en el significado que tiene el hecho de ser portadores de la imagen del Creador en nosotros.
Sin embargo, este sublime y glorioso detalle de tener un parecido a Dios porque el mismo así lo ha querido, es el epicentro de todo intento de espiritualidad cristiana.
Sabiendo que las Santas Escrituras están muy lejos de ser, doctrinalmente hablando, un compendio de académicas teorías de ninguna escuela o corriente de sicoanálisis, bien podemos afirmar que habrá en todo el mundo literario pocas maneras mejor concebidas que su relato de la creación, para definir el origen y el sentido del carácter espiritual del interior humano.
Desde mi fe ortodoxa entiendo que Dios mismo nos ha dado su Palabra para poder acercarnos lo mejor posible a nuestro propio mundo interior, sicológico. De este modo, al alma que llevamos dentro, psiquis, la ψυχή griega, que es el fundamento racional de cuanto podamos se pueda decir sobre nuestra humana interioridad, tiene su origen en Dios Creador.
Pero no siempre le prestamos suficiente atención a lo que somos por dentro. Tanto así, que si por estar aferrados a las imágenes que nuestras pantallas insomnes reproducen sin cesar, esto gracias al incalculable caudal informativo que posee la red de redes, como raza que gobierna este planeta terminamos por declarar que hemos llegado a convertirnos en seres humanos por nuestra soberbia capacidad de hacernos a nuestra propia imagen, según la semejanza de nuestra misma inteligencia reproducida en dichas pantallas, el relato de la creación seguirá perdiendo su esencia y verdad, convirtiéndose, con el ineludible pasar de los años, en la ficticia leyenda de un muy antiguo y casi olvidado mito.
Sin desmerecer ni un byte de todo el desarrollo tecnológico de nuestra era que es la espléndida base del bienestar de muchos en nuestro planeta, me siento urgido antes de pasar a la siguiente recámara de nuestra presente reflexión a plantear la siguiente pregunta: ¿cómo poder desarrollar una auténtica espiritualidad cristiana si su originante fundamento humano, la imagen, está oscurecido, oculto o ausente? Sin dudas hay que salvar la imagen o nos veremos envueltos en la práctica de una espiritualidad cada vez menos cristiana y con muy alta probabilidad de ser totalmente insana.
La nueva habitación a la que estamos entrando ahora nos mostrará un nuevo aspecto de la urgencia de salvar la imagen para así poder desarrollar una espiritualidad saludable. El apóstol Pablo es quien nos lo muestra en el versículo 29 de su carta a los Romanos, que estamos predestinados a reproducir la imagen de Cristo.
Entonces, la imagen del Creador que llevamos dentro, nuestra alma, es un destello de su Hijo, un reflejo de su ser, que siempre intenta de algún modo, a veces más allá del subconsciente, el reencuentro con su arquetipo original. Es por esto que el mismo Pablo pone ante nosotros el modelo a seguir de todo intento de espiritualidad cristiana, esta vez en el versículo 13 del cuarto capítulo de su carta a los Efesios, llegar a la madurez de la plenitud en Cristo.
El Sacramento del Bautismo es el acontecimiento de salvación que nos abre las puertas de la Iglesia Ortodoxa, y entre sus otras abundantísimas gracias, también hace posible que la imagen del Creador que habita en nuestra alma pueda conectarse directamente con Él, por Cristo, y en el Espíritu Santo.
Sí, en esta estancia también somos invitados a establecer una estrecha relación con el Espíritu de Dios como el principal agente de nuestra espiritualidad cristiana, aunque su impacto en el desarrollo de una espiritualidad saludable quedará mejor explicado en la siguiente sección. Por ahora es de mayor interés que podamos ver cómo de huérfano, desolado y perdido puede estar nuestro interior si no tomamos en serio la imagen de Dios en nosotros.
Si nuestra imagen no cumple su propósito existencial, acercarse cada vez más a la imagen de Cristo, hay un grandísimo riesgo de que nuestra existencia pueda convertirse en un sinvivir, en un irse alejando cada vez más de la meta de su propia plenitud.
El alimento y la salud de la imagen de Dios en nuestro interior están dados por el constante crecimiento en una espiritualidad centrada en Cristo, en hacer que nuestra imagen reproduzca la suya, que es, sin más y más que todo, la proyección misma de la Imagen de humanidad de Dios Padre. En fin, que hay que salvar nuestra imagen, y si no la salvo a ella, no me sano yo.
En este aposento en el que acabamos de entrar nos espera una de las verdades antropológicas más olvidadas en el mundo cristiano, la definición del ser humano como soma (cuerpo), psijé (alma) y pneuma (espíritu). Una vez más es la gracia de Dios en el apóstol Pablo quien nos revela esta realidad nuestra en el versículo 23 del quinto capítulo de su Primera Carta a los Tesalonicenses.
Una espiritualidad cristiana saludable dejará que el Espíritu Santo moldee nuestro interior según Cristo. Este proceso espiritual es en sí mismo intangible. Son sus frutos los que permiten corroborar su eficacia y veracidad. Y aquí es donde juega un papel fundamental el acompañante espiritual, la persona cualificada que nos ayuda a discernir e interpretar dichos frutos.
No podemos engañarnos. El verdadero artífice de una espiritualidad saludable es el Espíritu Santo. El rol de nuestro consejero espiritual es ayudarnos a conectarnos con el Espíritu. Y el gran reto que afrontamos en nuestra vida diaria consiste en mantener nuestro espíritu colaborativamente abierto a las inspiraciones del Espíritu.
Si nuestro espíritu se conecta con el Espíritu, nuestra imagen-psijé estará encausando sus actividades hacia el cumplimiento de su finalidad original, y nuestro cuerpo-soma estará mejor protegido de todo tipo de enfermedad.
Es importante destacar que es muy probable que nunca haya un consenso general en torno a definir y monitorear cómo es la conexión de nuestro espíritu y el Espíritu de Dios. A diferencia de las actividades psíquicas que pueden ser estudiadas según los patrones de conducta, las interacciones espirituales en nuestro interior tienen su propia norma de manifestación, muy alejada de cualquier “encasillamiento”.
Así como las manifestaciones artísticas son el resultado de largos procesos no-reglamentados de inspiración, el discernimiento en la práctica de la espiritualidad cristiana es un camino de crecimiento no lineal, y cuyos resultados positivos-saludables son determinados por nuestra docilidad a las mociones del Espíritu Santo.
Y así llegamos a la última recámara de nuestro recorrido por los pasillos de nuestra interioridad. En este cuarto descubrimos el tálamo donde nuestra imagen se reecuentra con el Espíritu por medio de la mística cristiana. Lo que la tradición ortodoxa tiene a bien llamar THEOSIS.
Mucho podríamos hablar sobre la theosis. Con toda seguridad lo haremos en siguientes publicaciones. Por ahora, solo nos concentraremos en decir que theosis es la unión íntima y definitiva del alma con Dios, la identificación plena de nuestro espíritu con el Espíritu de Dios en su amor.
El ejercicio de una espiritualidad saludable consiste en avanzar, profundizar, y llegar a las más altas metas de la theosis. Si como seres humanos somos en vida divinizados por la gracia de Dios, la salud espiritual es más que un simple bienestar: la salud espiritual se convierte en el reinado del Espíritu en nosotros, y por tanto, la elevación-unión plena de nuestro espíritu hacia la más pura amistad con Dios.
Solo a través de la mística cristiana (ortodoxa) podemos alcanzar la theosis. Entonces, ¿qué cambios extraordinarios hemos de hacer en nuestra vida para iniciarnos en los caminos de la theosis? Mi respuesta es ninguno. Porque, si como bien dice el dicho: “doctores tiene la iglesia”, aquí en Santiagotopía mi intención es que ayudarte a que te ejercites en una espiritualidad saludable que esté perfectamente al alcance de tu situación actual.
Si al terminar tu lectura y cerrar las puertas de entrada que nos ha dado acceso a las estancias de nuestra interioridad a través de esta publicación te retiras con el deseo, por muy pequeñito que este sea, de ser místico, no dejes que se te pase. Hazle caso y ponte en camino de ejercitarte en la espiritualidad cristiana.
He hecho mi mayor esfuerzo por mostrarte la grandeza de la imagen del creador que todos llevamos dentro y su estrecha vinculación con la Persona del Hijo, de Cristo nuestro Salvador. También te he guiado al conocimiento de nuestra identidad humana como seres dotados de cuerpo, alma y espíritu, donde este último se convierte en el epicentro de la existencia cuando la práctica de nuestra espiritualidad está orientada a al theosis.
Nuestro tiempo y nuestra fe nos van a llevar irremediablemente hacia el desafío de tener una espiritualidad saludable. Aquí en Santiagotopía siempre podrás encontrar ayuda para la consecución de este propósito. No dejes de visitarnos siempre que puedas. Nos encanta que seas parte de nuestra familia. Salud y paz.
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6 thoughts on “Salvar la Imagen”
Es muy interesante este primer artículo que he leído en su Blog. Gracias por compartir tan buen trabajo. Creo que los leeré todos.
Gracias por leernos, Erotida. Intentamos con nuestro trabajo promover la Salud Espiritual y servir de puente entre la infinita riqueza del cristianismo y nuestra vida cotidiana. Salud y Paz.
Hoy he tenido tiempo de leer todos los post y me parecen realmente buenos.Un pequeño tesoro entre tanta tristeza y tanto mal de este mundo. Gracias por el trabajo que que hacen.Bendiciones!!
Gracias a ti, Keyla por seguirnos. Nos reconforta y anima a seguir con nuestro trabajo que personas como tú se beneficien de los muchos regalos que Dios nos concede a cada instante de nuestra vida. Muchas bendiciones.
Me gusta mucho este blog y todo lo que compartes en You Tube. Muy profesional y muy espiritual.
Muchas Gracias!!!
Muchas gracias por tu comentario. Seguiremos trabajando para tu complacencia y la de muchos más.